Harto de aguantarlos

Una vez más entramos en campaña electoral y los partidos políticos se afanan en convencer a los ciudadanos para ganarse su voto. En realidad nunca me ha gustado que se utilice el verbo "convencer" en este contexto, ya que me parece que es algo así como persuadir, mediante cualquier medio, y por ende lo contrario a dejar que el votante escoja libremente.

Cada vez que llegan unas nuevas elecciones se me hace más complicado escoger a quién votar (nunca a quien no votar, pero eso es un triste consuelo). Y es que creo que las campañas electorales se están volviendo cada vez más sucias, hipócritas y desvergonzadas. Se impone un "todo vale" para ganar votos, un "lanzar la piedra y esconder la mano" y un rechazo a las responsabilidades. No sé si ustedes se han parado a pensarlo, pero estas estrategias modernas de los partidos son un insulto directo a los ciudadanos. Se ríen de nosotros porque saben que no hay consecuencias. Nos llaman idiotas a la cara cada vez que dicen una mentira evidente porque creen ―saben― que va a ser inconsecuente. Los incondicionales de uno u otro partidos son como los hinchas de un equipo de fútbol, fieles a sus colores hasta el final. Eso es algo que puede ser loable en un espectáculo de entretenimiento, pero que me parece muy peligroso cuando hablamos de políticas que afectan a las vidas de millones de personas, a la salud, la educación y a nuestro futuro en general.

No voy a posicionarme aquí sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos. Múltiples opiniones y estrategias pueden ser defendidas de forma coherente y cada uno es libre de tener su opinión y sus preferencias, pero lo que sí les recomendaría es que no se dejen insultar ni engañar. No permitan que desvíen su atención con comentarios gruesos, ni que les ofendan con contradicciones y oportunos cambios de chaqueta. Ni siquiera voy a decirles aquello de "voten a quien quieran, pero voten". No. Sean libres de escoger su voto, a un partido mayoritario, a uno minoritario, un voto en blanco o ninguno en absoluto. Es su elección y los políticos harían bien en escucharlas todas, porque no creo ser el único que está, sinceramente, harto.

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