Izquierdas y derechas

Ahora que por fin han pasado todas las elecciones que teníamos pendientes este año (si bien todavía queda la etapa postelectoral), me gustaría aprovechar para hablar de dos términos que se han empleado con profusión: la izquierda y la derecha.

No hace mucho, cuando Podemos se alzó como nuevo partido político con expectativas de entrar en el gobierno, y también Ciudadanos daba el salto a la política nacional, hubo un tímido intento de deshacerse de estos dos conceptos antitéticos, o más bien de traducirlos a un lenguaje más actual. El asunto quedó en agua de borrajas y las palabras han resurgido con fuerza en el diccionario político de nuestro país. Y a veces me pregunto qué significan realmente.

Izquierda y derecha son dos meros términos para denominar a grupos opuestos, igual que podrían ser blanco y negro, o cero y uno (también arriba y abajo, o fuera y dentro, pero estos pares tendrían otras connotaciones semánticas que serían más favorables a unos que a otros). Su adopción es casi fortuita y se debe a la posición donde se sentaban, con respecto del presidente, los representantes de la primera Asamblea Nacional tras la Revolución Francesa. Originalmente, a la derecha se sentaron los partidarios del veto real, en su mayoría aristócratas, y a la izquierda sus opositores, una mayoría de representantes del llamado Tercer Estado.

Esta bipolarización de la política ha influido a los estados democráticos modernos, conformando así dos grupos de poder antagónicos en la mayoría de ellos. Sin embargo, si bien asumimos que estas etiquetas son algo generalizado, casi universal, lo cierto es que son algo particular de cada contexto político y su única finalidad es la oposición de un ellos contra un nosotros. Además, tendemos a asociar ideas y valores a uno u otro grupo de manera un tanto arbitraria y en ocasiones incluso contradictoria. A muy grandes rasgos, se define a la izquierda como aquellos que quieren una mayor intervención del estado en la vida de los ciudadanos (para garantizar ese concepto del «Estado del bienestar»), y a la derecha como aquellos que prefieren una mayor libertad del individuo y mínima intervención del estado. Sin embargo, el proteccionismo y el control de fronteras son cuestiones que parecen asociarse a la derecha, cuando en realidad representan un mayor papel del estado en la sociedad y en la economía, mientras que la libertad religiosa y sexual suele asociarse a la izquierda, aunque en realidad representa una menor inferencia de poderes públicos en la vida de los ciudadanos.

Por todo esto considero que va siendo hora de superar esta terminología y no dejarnos manipular por quienes sólo buscan asignar etiquetas de «buenos» y «malos» para simplificar su discurso. Es hora de prestar atención a propuestas concretas y dialogar sin cortapisas, lejos de chantajes emocionales del tipo «pues vas a votar igual que votan los de tal o cual grupo». O acaso sea que, en el fondo, toda la estructura política no es más que una farsa para ostentar el poder ya que, como en la novela 1984, el conflicto constante contra un enemigo imaginario es lo que mantiene la estabilidad del poder.

Las ideas de cada grupo sobre el papel del estado Cada planteamiento tiene sus ventajas y sus inconvenientes; un estado más intervencionista puede garantizar un mayor equilibrio social, pero al precio de coartar libertades, mientras que un estado de mínima intervención garantiza una mayor libertado, pero también supone un mayor riesgo de desigualdades.

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