Un océano de plásticos

En la actualidad, afortunadamente, todos ustedes han oído hablar de la abundancia de plásticos en nuestros océanos, o más bien de la invasión de estos residuos que, una vez cumplida su efímera vida útil, permanecerán por cientos de años como fantasmas. Es un tema alarmante, y mucho. No sólo para aquellos que se preocupan por el medio ambiente o la salud de las aguas, sino para todos nosotros. Estos plásticos, aunque no se descompongan, sí se fracturan en partículas diminutas que son ingeridas por los animales marinos y, posteriormente, por los seres humanos. Es un tema que a todos debería preocuparnos, incluso a los más egoístas.

Sin embargo, hay algo que me pregunto siempre que veo noticias sobre este tema. Los medios de comunicación son alarmistas, y este es uno de los pocos temas en lo que hacen bien por serlo. Pero cuando se habla de las toneladas de plástico que flotan en las aguas o son recogidas del fondo marino, la duda que surge es ¿de dónde viene todo ese plástico? De nosotros, claro. Nosotros envasamos todo tipo de productos en plástico, a menudo mucho más de lo necesario. Pero, aunque estoy seguro de que aquí y en todas partes habrá energúmenos que tiren los plásticos al suelo para que se los lleve el viento (y acaben así, a través de los ríos, yendo al mar), estoy seguro de que la mayoría de las personas tira sus plásticos, si no al contenedor de reciclaje correspondiente, sí al menos a la basura. Y la basura, esa que apretujamos en bolsas (de plástico) y sacamos a la calle para que se la lleve un camión, no debería terminar en el mar. Se supone que la basura doméstica, en el peor de los casos, acaba enterrada en vertederos, que no es que sea una buena solución, pero queda lejos de las aguas Entonces, ¿de dónde sale tanto plástico?

Pues resulta que las toneladas de plástico que se recogen a través del reciclaje se vende a otros países, sobre todo del sudeste asiático. Solamente China ya recibió siete millones de toneladas de residuos plásticos en 2017. En estos países, apenas una pequeña parte de los residuos son realmente reciclados, y la mayor parte termina, aprovechando la falta de control, en el mar.

El problema no sólo atañe a los plásticos. Existe una organización llamada BAN (Basel Action Network) que se dedica a combatir la exportación de residuos, especialmente deshechos electrónicos, que tienen partes muy contaminantes y que pueden ser seguidos con más facilidad que los plásticos. A pesar de que en EEUU, donde trabaja esta organización, existe la prohibición de exportar estos residuos, los medios de BAN han descubierto que gran parte del material electrónico que debía ser reciclado es vendido a países asiáticos para ser desmantelado sin molestas medidas de seguridad. Gracias al uso de rastreadores GPS, esta organización ha destapado un fraude y puesto al descubierto el destino de toneladas de residuos electrónicos.

Así pues, ¿de qué sirve que usemos los contenedores de reciclaje? Si nuestros gobiernos entregan la gestión de residuos a empresas privadas que los venden a otros países para que sea desechada de cualquier manera, lo único que hacemos es limpiar nuestras conciencias y mirar para otro lado mientras dejamos que el problema siga creciendo. La responsabilidad no debe estar sólo en el ciudadano que lleva la basura hasta un contenedor de reciclaje, también hay que regular qué se hace luego con esos residuos, o en pocos veranos nuestras playas, junto a las plagas de medusas, se verán asoladas por plagas de bolsas de plástico.

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