Nuevas elecciones

En siete días estamos convocados, todos los españoles, a unas nuevas elecciones generales, las segundas en lo que va de año y las cuartas en un período de cuatro años. Sin embargo, estas nuevas elecciones distan mucho de ser la "fiesta de la democracia". Más bien son la constatación de la ambición desmedida y personalista de nuestra clase política, así como de su desprecio por la ciudadanía que los mantiene.

El espectáculo que nuestros políticos ofrecieron después de las elecciones de abril fue algo lamentable. Y no sólo por parte de aquellos que tenían la oportunidad de negociar y llegar a un acuerdo para formar gobierno, sino también por culpa de los otros partidos, los que con su voto negativo prolongaron un bloqueo durante meses. La abstención en una votación significa "no estoy de acuerdo, pero dejo que sea". La negativa significa querer, de manera intencionada y voluntaria, bloquear algo. Es una zancadilla, un empujón a quien está al borde del abismo. Es obstaculizar y crear problemas de manera deliberada y por eso tienen tanta culpa los orgullosos que no supieron llegar a acuerdos como los que decidieron que no hubiese otra alternativa. Y es que una nueva convocatoria a las urnas les conviene a todos.

Estas nuevas elecciones van a costar 150 millones de euros al erario, que siempre parece estar falto de fondos para ciertas cosas pero no pestañea a la hora de aceptar estos gastos. Los partidos que obtengan representación van a embolsarse 21.000 euros por cada escaño en el congreso y otros tantos por cada escaño en el senado que consigan, además de 0,81 euros por cada voto obtenido en el congreso y 0,32 por cada voto obtenido en el senado, e incluso 0,18 euros por cada votante al que envíen propaganda electoral. Comparando estas cifras con los gastos declarados por los partidos en las últimas elecciones, el resultado es un saldo positivo muy rentable. Es decir, los partidos van a autofinanciarse con el dinero de todos porque a sus líderes no les parece bastante con los seis meses de sueldo, dietas y pluses que han disfrutado y que no han servido para nada, ni con las pensiones máximas con las que ya pueden retirarse ―después de haber asistido apenas cinco o séis veces al congreso― los que así lo deseen.

Desde aquí quisiera lanzar una propuesta que quizás puede parecerles radical, pero creo que ya va siendo hora de decirles las cosas claras a nuestros políticos, y si las elecciones son la manera que tiene de hablar el pueblo, podemos decir más que Fulano o Mengano. Yo no pienso votar, y les sugiero hacer lo mismo. Que el silencio sea su voto. Manden el mensaje de que no están de acuerdo con esta pantomima que sólo sirve para que algunos vivan bien a costa del esfuerzo de otros.

Y si son ustedes de los que piensan que votar es un derecho que durante mucho tiempo les estuvo negado a los españoles, y que no es como para despreciarlo ahora, en ese caso les sugiero que miren a las alternativas, a esos partidos pequeños que nunca sacan diputados. Porque hay muchas más opciones que las cuatro o cinco que se disputan el espacio en los medios de comunicación, y porque lo importante es hacerles saber a ellos, a los grandes partidos, que no estamos dispuestos a seguir aguantando tanta incompetencia.

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